La respuesta clásica es: “Sí, es aquel que cumple con lo que necesitas”.
El artículo podría acabar aquí, pero se supone que tengo que dar más información, así que voy a intentar poner por escrito algo de lo que he ido aprendiendo sobre cuchillos de manera más o menos formal en los últimos 30 ó 35 años.
Excluyo los cuchillos de remate y los puñales o dagas de doble filo, porque considero que no entran en la categoría de cuchillos de monte.
Advertencia: este artículo fue escrito hace ya bastantes años, y algunas afirmaciones hoy las matizaría, sobre todo en lo referente a aceros, aleaciones y navajas.
TAMAÑO DE LA HOJA
Lo primero que hay que saber es el uso que le vamos a dar al cuchillo. Y aquí me atrevo a decir que, en la mayoría de los casos, “ese cuchillo” en el que estás pensando y que tanto te gusta en la foto del catálogo o en el escaparate es demasiado grande para lo que quieres.
Hay una tendencia generalizada a elegir cuchillos demasiado largos, calibres demasiado gruesos, arcos demasiado potentes, coches demasiado rápidos y casas demasiado grandes. Nos convencen para vivir por encima de nuestras posibilidades, y picamos como pardillos.
Como norma general, y en ello coinciden bastantes expertos, ningún cuchillo de monte debería pasar de las 7 pulgadas (177 mm) – o como mucho, 8 pulgadas ( 203mm) si mides más de 1.90 m y vas a pasar un mes en un lugar remoto- . Por supuesto que existen los machetes, bolos, kukris y demás hojas largas, pero son herramientas especializadas, y no un cuchillo multiusos. Hay dos teorías acerca de los cuchillos grandes: una dice que tenían sentido cuando las armas de fuego eran de un solo tiro, y el cuchillo era un arma suplementaria. Esto sería aplicable también a los arqueros, aunque no recomiendo a ningún cazador arquero rematar a cuchillo un jabalí: una segunda flecha es más seguro…
La otra teoría es más freudiana, y habla de la simbología fálica de una hoja larga… Y yo incluiría también todas esas hojas llenas de sierras en el dorso, dientes en el filo, “ranuras de sangrado”, esos cuchillos con guardas en forma de garra, pomos con cabezas de dragón y demás “cachiperres” tan aparatosos como inútiles. Pueden estar bien para reforzar el ego machista de ciertos individuos, pero en la vida real todos esos aparatajes no sirven más que para estorbar la función primordial de un cuchillo: cortar.
En principio, la mayoría de las funciones que lleva a cabo un cuchillo se pueden hacer con una hoja de unas 4 pulgadas (10 cm), o incluso menos si no se es muy exigente: desollar, preparar comida, cortar pan o cuerda, pelar un palo… el cuchillo que llevo a diario al cinto mide 75 mm de hoja.
Mi cuchillo de diario
Bruto de forja. La hoja tiene 7″
Es cierto que para otras funciones más específicas, y ocasionales, es mejor un cuchillo algo más largo: cortar leña, descuartizar un animal cazado, cavar un hoyo… pero eso es perfectamente factible con una hoja de 7 “. Incluso para abrir un tronco, se puede hacer golpeando el dorso de la hoja con un palo, como hacen los Sami en Laponia.
Los expertos suelen recomendar llevar dos cuchillos: uno pequeño para tareas cotidianas, y otro mayor para los trabajos “duros”. Del pequeño no se separa uno más que para dormir (y aún…), y el grande se lleva al cinto o en la mochila. Esto es un argumento más en contra de los cuchillos descomunales: si pesa mucho, va a acabar quedándose en el coche, o en el campamento, justo cuando lo necesitamos a mano. También, si un cuchillo es desmesurado, o pesa mucho, lo acabaremos olvidando en el campo junto al lugar en el que estábamos haciendo algo… ¿La razón? La pereza que nos da sacarlo y meterlo en la funda a cada paso cuando trabajamos con él. Tenderemos a “dejarlo al lado” mientras manipulamos lo que sea (un tronco, un cuarto de jabalí, etc.) y al final, allí es donde se queda: “ahí al lado”.
Sobre grosores de hoja, se puede decir lo mismo que sobre la longitud: exageramos.
Un cuchillo “grande” no tiene porqué tener más de 5mm de grueso (6, como mucho), ni uno pequeño menos de 1,5 ó 2, salvo que sean ya cuchillos de cocina, y no de monte.
A ver: Salvo que vayamos a emplear el cuchillo principalmente como palanca (y para eso es mejor usar una palanca de verdad), más de 5 mm van a hacer la hoja muy pesada y a complicar el afilado, porque el ángulo del corte será menos agudo cuanto más gruesa sea la hoja. Lo mismo vale para los cuchillos pequeños, pero menos de 1,5 mm de hoja, aunque pueda dar un corte de bisturí, puede que sea el límite de resistencia en una hoja “todoterreno”. Las navajas Opinel, por ejemplo, tienen un acero y un corte excelentes, pero mucha gente sabe que sus hojas son algo endebles al apalancar con la punta…
Los pequeños machetes llamados Leuku que se usan en Laponia suelen tener unos 3 mm de grosor, y sin embargo cumplen admirablemente su función de descuartizar animales y cortar leña. También es cierto que sus hojas son bastante anchas, lo que compensa sus dimensiones y soportan ser reafilados durante más veces.
¿Existe el cuchillo de monte ideal?
I – Forma de la hoja.
II – Perfil de afilado.
III – Aceros.
IV – ¿Forjado o mecanizado?.
V – Mangos.
VI – Agarres.
VII – Fundas.
VIII – ¿Industrial o artesanal?.
IX – Epílogo.