Desde el simple secado hasta el curtido a las sales de cromo, pasando por los diversos curados y curtidos vegetales, el cuero ha servido y sirve para elaborar objetos de uso cotidiano como cinturones, bolsas, fundas y otros recipientes, ropa, calzado y multitud de otros objetos.
El cuero es un material noble y natural, y usarlo, una forma más de mostrar gratitud a un animal al que hemos quitado la vida para comérnoslo. No me parece ético matar sólo por la piel: hay que aprovechar todo lo que nos sea posible del cadáver: carne, huesos, vísceras, cuernos, plumas, grasa y piel, que es lo que hacían y hacen las sociedades y los humanos que aún no han perdido la cabeza y el sentido del respeto por su entorno. Las distintas culturas y tradiciones humanas han ido desarrollando diferentes técnicas de trabajo y decoración del cuero, algunas de las cuales pueden verse en esta página.
No recuerdo cuándo empecé a hacer ocasionalmente objetos de cuero, pero no tendría más de 15 años…
A los 18, iba desde Santander en auto-stop a pasar un fin de semana en Liébana, y al pasar por Panes, vi trabajando a un zapatero. Entré a hablar con él y le pregunté si me podía enseñar algo de su oficio. Aquella tarde salí sabiendo hacer punto sillero con dos agujas (antes lo hacía con una, en “viaje de ida y vuelta”, y resultados obviamente menos satisfactorios) y con una lezna que aún conservo. Llegué bastante tarde a la cita que tenía en Potes, pero había aprendido algo que me sigue siendo muy útil.
A lo largo de los años, he ido aprendiendo de aquí y de allá, a sacar patrones, a ensayar con otros tipos de costura, a moldear en mojado… He hecho bolsos y bolsas, carteras, cinturones, trenzas y fundas para casi todo. No he hecho mucho repujado, porque no acabo de tomarle gusto a su resultado estético… En un viaje a Estados Unidos, descubrí las tiendas Tandy, algunos tipos de herramientas que no se usan en Europa y la cantidad de bibliografía que circula por allí, y otros nuevos caminos y estilos llegaron a mi taller.
Aprender a hacer mocasines es algo que quise desde niño. Y ahora es el calzado que uso la mayor parte del tiempo, sea invierno o verano: no aprietan por ninguna parte, y la suela blanda se adapta tanto a la planta del pie como al terreno que pisas. Son mucho menos deslizantes de lo que se piensa, precisamente por esa capacidad de adaptación a las irregularidades del terreno. Notas el suelo, sí, pero no te hace daño, al menos a mí. Y cuando se desgasta la suela original, le suelo añadir otra cosida. Tengo algún par que va por la cuarta suela. El único inconveniente es que con lluvia te acaban calando tarde o temprano.
Hay mocasines de muchos tipos, no sólo el clásico modelo de los Grandes Lagos (como los de Olivia, en la foto) que es lo que en Europa se conoce por mocasín por antonomasia. Hay mocasines con cordones y sin ellos, con costura lateral, superior, de una pieza, de dos, botas-mocasín, mocasines abiertos y cerrados, de suela dura y de suela blanda… Lo que tienen en común es una sola pieza de cuero que envuelve la planta y parte del resto del pie, y eso comparten también con las abarkak, corizas y chátaras del norte de España, los brogues escoceses y los pampooties de las islas Aran en Irlanda.
La ropa de cuero no se limita sólo a la del tipo rocker o las cazadoras de aviador. De hecho, cuando se piensa en la Prehistoria, nos viene a la cabeza gente vestida con pieles, ¿no? Lo que hay que hacer es modificar esa imagen, porque la Prehistoria es muy larga, y no parece lógico que personas que hacían agujas de hueso, luego no cosieran con ellas, así que la idea de unos tipos peludos con unos taparrabos o ponchos de piel amarrados de cualquier manera tiene que ser descartada. Además, cuando la gente empezó a necesitar vestirse, ya no eran individuos simiescos, sino gente como nosotros.
La piel puede ser curada a base de saturarla con grasa o sesos y estirarla mientras se seca, y el resultado es la “gamuza”, un material suave y flexible con el que aún se hacen guantes y bayetas para limpiar cristales. Este procedimiento se llama en inglés Braintanning, y está sobradamente documentado su uso por los Nativos Americanos. Parece lógico pensar que los europeos prehistóricos emplearan un método parecido (de hecho, Ötzi, el hombre del glaciar de Similaunn, llevaba unas perneras y un taparrabos dignos de un Cheyenne o un Sioux). La ropa hecha con “gamuza” es suave como el terciopelo, flexible, muy agradable de llevar en contacto con la piel, resistente al desgaste y a las zarzas y espinos y, si se ahuma, relativamente resistente al agua. Además, el olor a humo ahuyenta los mosquitos… interesante si se acampa en verano. Puede ser lavada y secada a la sombra, y con algunos estirones aquí y allá, queda como nueva. Es interesante coserla con tiras del mismo material para evitar desgarros, ya que el hilo es menos flexible que la piel.
Romper la silueta humana, lo que es interesante para un cazador.Los flecos en la ropa de cuero no son decorativos, sino funcionales, y hay varias teorías:
- Usar un fleco como cordel de emergencia, para reparar un punto suelto, por ejemplo.
- Ayudar a secar la prenda más rápido, ya que si nos cae encima un chaparrón, con cada movimiento o paso se desprende una gota de agua de cada fleco. Me quedo con esta teoría, porque lo he comprobado.
Los pantalones de cuero son casi eternos, como saben tiroleses y bávaros, que los heredan de padres a hijos e incluso nietos.
Los pantalones vaqueros de ahora me duran un año o dos, a lo sumo…